sábado, 15 de noviembre de 2008

CAPITULO XX

Creo que las armas del pueblo se convierten en las del príncipe, los fieles continúan siéndolo y los súbditos se hacen partidarios.Hay quienes afirman que un príncipe hábil debe fomentar con astucia ciertas resistencias para que al aplastarlas se acreciente su gloria.Elogiare tanto a quien construya fortalezas, como a quien no las construya, pero censuraré todo el que, confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el pueblo.

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